martes, 6 de octubre de 2009

En verdad era sólo cuestión de tiempo.

Este parque no lo conocía, o quizás sí. Me recuerda las veces que mi abuelita nos raptaba de la casa susurrándonos al oído “vámonos de pata de perro” entonces caminábamos por más de una hora, incluso hasta dos, para llegar al centro comercial y comprar un pecaminoso barquillo doble, mi madre sólo nos compraba uno sencillo y en vaso de unicel, temía que tirásemos la bola o mancháramos cara, manos y ropa de helado de chocolate, a mi abuelita, Doña Rosita, no le importaba eso, pero apenas dábamos el primer lengüetazo y ya volvíamos a emprender la marcha de regreso, alguna de esas veces, con la intención de tomar una ruta alterna, debimos toparnos con este sitio, el parque desde el que ahora escribo.

Antes de que mi abuelita muriera yo estaba en pleno apogeo de la pubertad, me tiraba panza abajo en el único cuarto vacío de su casa, el que antes había servido de laboratorio a mi padre, me colocaba muy bien los audífonos en las orejas y escuchaba religiosamente la tocata y fuga en do menor de Bach, la marcha fúnebre de Chopin o cualquier concierto de Rachmaninov, aquellos eran mis pequeños tesoros musicales en la era del compact disc. Ahí fue donde comenzó toda mi desdicha, una etapa de adolescencia, que hasta ahora en un azotón de puerta no he podido superar. (He discutido con mi madre, diciéndole que no quiero verla, hablarle o escucharle)

. . .

Salí de casa y mis valores personales ascienden a: un par de sandalias viejas, vaqueros roídos, ropa interior reutilizada, camiseta, dos pasadores, un anillo de plata, dos plumas, una negra y la otra azul, éste cuaderno, dos libros de la biblioteca, mi bolso y un condón. Cuento con 110 pesos en efectivo, y sin querer he dejado en casa todo documento que me identifique como persona (también he olvidado mis gafas), así que por hoy, no tengo nombre, puedo ser quien sea y lo que sea, si hoy mismo muriese los peritos tardarían mucho tiempo en identificarme, desnudarían mi cuerpo sobre una plancha fría enumerando en una lista todas las señas particulares que puedan encontrarse; una mancha en el vientre, dos lunares al lado derecho del ombligo, una pequeña cicatriz en la cadera, raspón en la rodilla derecha, una manchita en la muñeca izquierda y así, hasta terminar. Entonces un buen samaritano preocupado por que no se genere algún adeudo en la biblioteca iría a entregar los libros, lo recibiría el bibliotecario, el bibliotecario lo vería con extrañeza y le preguntaría al buen samaritano “¿Paula Ivonne?”, el buen samaritano ascendería con la cabeza, diría para sí mismo “de verdad esta chica existió”.

. . .

Si no vuelvo nunca más a casa.
He pensado durante el camino en un par de acciones heroicas; pasar la noche en un parque, salir de la ciudad, conseguir trabajo en una fábrica de cereales o trabajar en el campo cosechando peras y manzanas. Con el dinero que ganase podría irme a vivir a la capital y trabajar un poco más, quizás de mesera, rentaría un piso y regresaría a la escuela sólo para aprender inglés, no me quedaría mucho tiempo, el suficiente para decidir que hacer el resto de mi vida, montar una exposición individual, conseguir alguna beca del FONCA y largarme a Suiza, Dinamarca o Japón. Pero no tengo conmigo ni un pinche documento, con el dinero que tengo ni siquiera logro salir del estado, puta madre, quizá me dé de baja en la escuela para de una vez por todas largarme de ésta basura y comenzar de nuevo en cualquier lugar.

. . .

Todo intento ha quedado frustrado
Demonios, ni siquiera cargo conmigo las llaves de la casa, tendré que escabullirme por las ventilas que dan a mi cuarto, pero es absurdo, con esto todo acto heroico se desmorona, habrá que tocar el timbre, esperar parada frente a la puerta, esperar hasta que mi madre me deje entrar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

... es peor un niño que trato de meterse entre los barrotes de la ventana del frente de su casa..por la urgencia de que queria hacer popo... se quedo atorado por horas.. se hizo caca.. tuvieron que venir todos los vecinos.. los familiares.. el cerrajero... y hasta salio en el noticiero " al tanto " de canal 4....
( anonimo )

Paula I. Espinoza Roseyón dijo...

Siempre que olvido las llaves me escabullo entre los barrotes de las ventilas. Tengo edad suficiente para que se me considere adulta y nunca nunca me he quedado atorada, pero una vez oriné en mi jardín por que no alcanzaba a llegar al baño. En mi siguiente vida planeo ser contorcionista, mientras sigo practicando el peligroso pero eficaz acto de entrar por las ventilas de mi cuarto.