sábado, 10 de octubre de 2009

El vecino ave

Qué hermoso, ya es octubre y casi ni me había dado cuenta de ello, el mandarino del vecino ya comienza a llenarse de color. Antes, hasta el año pasado, la mitad de las ramas daban a nuestra cochera y para época de cosecha llegaban a nuestra puerta cubetas y cubetas, kilos y kilos de mandarinas de cáscara delgada, gajos blandos y jugosos. Nosotros los recibíamos con agrado pero un poco apenados por la gran cantidad de frutos que nos regalaban, el vecino argumentaba de forma tranquila; “durante todo el año mi árbol ha dejado caer sus hojas secas en su cochera y ustedes han tenido que limpiarlas, ésta es la cantidad que les corresponde por su trabajo” y entonces comíamos mandarinas hasta principios de diciembre, creo que por ello nunca pescamos un resfriado en esas fechas. Ahora la dueña de la casa en la que vivo ha decidido cortar las ramas que nos daban mandarinas, no entiendo muy bien por qué si también a ella le llegaban mandarinas en octubre. Es probable que para éste año merme nuestra porción, pero siempre me gusta cooperar en el ajetreo de la cosecha, es la experiencia más cercana que como citadina puedo tener en las tradiciones del campo. Escalar el árbol y coger una de las mandarinas que se encuentran en lo más alto; siempre son las más jugosas y aromáticas que uno se pueda encontrar.

2 comentarios:

Unknown dijo...

paula, qué bonito escribes últimamente : )

Anónimo dijo...

gracias sam, últimamente me resulta mejor que hablar, por que nadamás hablo y me sale veneno :S