lunes, 19 de octubre de 2009

Te cuento un secreto


Cuando hablo las palabras viajan directas del estómago a la garganta y estallan ahí; sonoras, incisivas, para mí carentes de significado para otros venenosas. Ni siquiera respiro cuando hablo. No hay fluidez en mis enunciados. Todo se me olvida, es como si no tuviera una historia personal y si llego a encontrarla entonces me olvido del contexto en el que estoy situada; las palabras resuenan como ecos que expandiéndose en el espacio soy incapaz de controlar, como una bandada de pájaros asustados que en su vuelo chocan entre si mismos. Cuando escribo es diferente. Las ideas se manifiestan rítmicas, silenciosas y a mi me agrada ese silencio en el que nadie puede escucharme sino sólo yo misma.

viernes, 16 de octubre de 2009

Escritura Scrip para 5° Grado

Al entrar en vigor la actual Reforma Educativa (por ahí de los 70s) no se había precisado la obligatoriedad de la escritura SCRIP en todos los grados de escuela primara.Prevalecían dos corrientes: una a favor de la letra SCRIP y , la otra, partidaria a cambiar a letra cursiva a partir del tercer o cuarto grado.
Con esta razón comenzarón a salir a la venta cuadernillos que ayudaban al alumno a pasar por la dolorosa transición de la suave cursiva al régimen totalitarista SCRIPTIANO, pues los elocuentes reformadores consideraban que en el Mundo entero, el problema fundamental de la escritura radicaba en la falta de legibilidad de los escritos hechos a mano.
A mi me parece que traían algo más entre manos, un plan de infiltración a los niveles básicos de educación mexicana para lavarles el coco a los niños con filosofía pre-new age. Y si no me creen aquí hay un par de ejercicios que yo misma he llenado de un cuaderno de práctica de la época.




sábado, 10 de octubre de 2009

El vecino ave

Qué hermoso, ya es octubre y casi ni me había dado cuenta de ello, el mandarino del vecino ya comienza a llenarse de color. Antes, hasta el año pasado, la mitad de las ramas daban a nuestra cochera y para época de cosecha llegaban a nuestra puerta cubetas y cubetas, kilos y kilos de mandarinas de cáscara delgada, gajos blandos y jugosos. Nosotros los recibíamos con agrado pero un poco apenados por la gran cantidad de frutos que nos regalaban, el vecino argumentaba de forma tranquila; “durante todo el año mi árbol ha dejado caer sus hojas secas en su cochera y ustedes han tenido que limpiarlas, ésta es la cantidad que les corresponde por su trabajo” y entonces comíamos mandarinas hasta principios de diciembre, creo que por ello nunca pescamos un resfriado en esas fechas. Ahora la dueña de la casa en la que vivo ha decidido cortar las ramas que nos daban mandarinas, no entiendo muy bien por qué si también a ella le llegaban mandarinas en octubre. Es probable que para éste año merme nuestra porción, pero siempre me gusta cooperar en el ajetreo de la cosecha, es la experiencia más cercana que como citadina puedo tener en las tradiciones del campo. Escalar el árbol y coger una de las mandarinas que se encuentran en lo más alto; siempre son las más jugosas y aromáticas que uno se pueda encontrar.

miércoles, 7 de octubre de 2009

ciento salo!

Siempre que paso por esa calle volteo hacia arriba... y ahora, qué me encuentro; qué el departamento con el que siempre fantaseo, mi departamento ideal, tenía un letrerote de SE RENTA ¡ciento salo, santo ciento, cielo santo!, los que iban en el camión conmigo nunca supieron por qué tanto alboroto y se me quedaron viendo raro "éste tipo está loco" (imbéciles, siempre me confunden con un hombre). El sitio es hermoso; todo ventanales, luz y balcón, para vivir sola o en pareja, el tercer piso de una casa tipo "duplex". Voy a llamar para ver en cuánto sale la renta, ojalá el día que tenga dinero, un trabajo remunerado y los demás etcéteras sobrantes vuelva a encontrarlo disponible.

martes, 6 de octubre de 2009

pájaro de nieve


IMG_5279, originalmente cargadas por wnmwnmw.

En verdad era sólo cuestión de tiempo.

Este parque no lo conocía, o quizás sí. Me recuerda las veces que mi abuelita nos raptaba de la casa susurrándonos al oído “vámonos de pata de perro” entonces caminábamos por más de una hora, incluso hasta dos, para llegar al centro comercial y comprar un pecaminoso barquillo doble, mi madre sólo nos compraba uno sencillo y en vaso de unicel, temía que tirásemos la bola o mancháramos cara, manos y ropa de helado de chocolate, a mi abuelita, Doña Rosita, no le importaba eso, pero apenas dábamos el primer lengüetazo y ya volvíamos a emprender la marcha de regreso, alguna de esas veces, con la intención de tomar una ruta alterna, debimos toparnos con este sitio, el parque desde el que ahora escribo.

Antes de que mi abuelita muriera yo estaba en pleno apogeo de la pubertad, me tiraba panza abajo en el único cuarto vacío de su casa, el que antes había servido de laboratorio a mi padre, me colocaba muy bien los audífonos en las orejas y escuchaba religiosamente la tocata y fuga en do menor de Bach, la marcha fúnebre de Chopin o cualquier concierto de Rachmaninov, aquellos eran mis pequeños tesoros musicales en la era del compact disc. Ahí fue donde comenzó toda mi desdicha, una etapa de adolescencia, que hasta ahora en un azotón de puerta no he podido superar. (He discutido con mi madre, diciéndole que no quiero verla, hablarle o escucharle)

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Salí de casa y mis valores personales ascienden a: un par de sandalias viejas, vaqueros roídos, ropa interior reutilizada, camiseta, dos pasadores, un anillo de plata, dos plumas, una negra y la otra azul, éste cuaderno, dos libros de la biblioteca, mi bolso y un condón. Cuento con 110 pesos en efectivo, y sin querer he dejado en casa todo documento que me identifique como persona (también he olvidado mis gafas), así que por hoy, no tengo nombre, puedo ser quien sea y lo que sea, si hoy mismo muriese los peritos tardarían mucho tiempo en identificarme, desnudarían mi cuerpo sobre una plancha fría enumerando en una lista todas las señas particulares que puedan encontrarse; una mancha en el vientre, dos lunares al lado derecho del ombligo, una pequeña cicatriz en la cadera, raspón en la rodilla derecha, una manchita en la muñeca izquierda y así, hasta terminar. Entonces un buen samaritano preocupado por que no se genere algún adeudo en la biblioteca iría a entregar los libros, lo recibiría el bibliotecario, el bibliotecario lo vería con extrañeza y le preguntaría al buen samaritano “¿Paula Ivonne?”, el buen samaritano ascendería con la cabeza, diría para sí mismo “de verdad esta chica existió”.

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Si no vuelvo nunca más a casa.
He pensado durante el camino en un par de acciones heroicas; pasar la noche en un parque, salir de la ciudad, conseguir trabajo en una fábrica de cereales o trabajar en el campo cosechando peras y manzanas. Con el dinero que ganase podría irme a vivir a la capital y trabajar un poco más, quizás de mesera, rentaría un piso y regresaría a la escuela sólo para aprender inglés, no me quedaría mucho tiempo, el suficiente para decidir que hacer el resto de mi vida, montar una exposición individual, conseguir alguna beca del FONCA y largarme a Suiza, Dinamarca o Japón. Pero no tengo conmigo ni un pinche documento, con el dinero que tengo ni siquiera logro salir del estado, puta madre, quizá me dé de baja en la escuela para de una vez por todas largarme de ésta basura y comenzar de nuevo en cualquier lugar.

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Todo intento ha quedado frustrado
Demonios, ni siquiera cargo conmigo las llaves de la casa, tendré que escabullirme por las ventilas que dan a mi cuarto, pero es absurdo, con esto todo acto heroico se desmorona, habrá que tocar el timbre, esperar parada frente a la puerta, esperar hasta que mi madre me deje entrar.

domingo, 4 de octubre de 2009

jueves, 1 de octubre de 2009

Si algún día llegara a matar a una persona, sería partiéndole la cabeza, no existe nada más poético y contundente que terminar la vida con un buen mazazo en el cráneo.