Mientras Walter Claireborne Rawley aprendía a volar, yo había comenzado mi camino hacia el nado, él levitaba, yo flotaba, él desprendiéndose del suelo de una cocina en Kansas, yo desprendiéndome de todo lo que había conocido en un retiro voluntario a un mar salado, la experiencia fue la misma, pero Walt la relata mejor que yo:
Ya no me quedaban lágrimas, sólo un seco y estrangulado jadeo, consecuencia de los hipos y los abrasadores y ahogados sollozos. Luego me quedé inmóvil, casi tranquilo y poco a poco me inundó una sensación de calma que se extendía por mis músculos y fluía hacia las puntas de los dedos de mis manos y mis pies. No había más pensamientos en mi cabeza ni más sentimientos en mi corazón. Me sentía ingrávido dentro de mi propio cuerpo, flotando como una plácida ola de nada, absolutamente distanciado e indiferente al mundo que me rodeaba. Y fue entonces cuándo lo hice por primera vez, sin previo aviso, sin la menor intención de que estaba a punto de suceder (...)Extracto de Mr. Vertigo
Paul Auster
Ed.Anagrama 1998
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